Consideren al caso de este náufrago.
Una noche de
tormenta, el navío sobre el cual estaba viajando hace mucho tiempo se estrella
contra unas rocas escondidas debajo de la superficie del mar. El barco se
destroza y se hunde.
Este pobre náufrago
se encuentra rápidamente en las aguas negras y furiosas. Altas olas lo
arrastran de un lado para otro y él casi que no consigue respirar. Se agarra
con toda su desesperación a un pedazo de madera y se queda flotando en la
terrorífica oscuridad.
El pánico y
el agotamiento son tales que, después de haber perdido por completo el sentido
del tiempo, cierra finalmente los ojos y se deja ir al cansancio.
Abre de
nuevo sus ojos.
Está ahora
en una playa tranquila. El sol está alto ya. Algunos pedazos de madera juegan
con las ondas y la resaca en la orilla del agua.
Se levanta y
se mira alrededor. Casi no puede creerse que todo lo que ha vivido sea
realidad.
En silencio
intenta poner orden en su cabeza y en su alma.
Al cabo de
un rato aparece otra persona detrás de él.
El náufrago
se asusta, por supuesto, pero el otro hombre lo tranquiliza y le explica que él
también había sufrido un naufragio hace muchísimo tiempo. Se había salvado por
milagro y ya no recordaba cuanto tiempo llevaba en aquella isla.
Los dos se
quedan sentados en silencio mirando al mar.
El náufrago
piensa en el pánico que había sentido, la desesperación. La seguridad que
habría acabado muriéndose.
Cómo había
intentado desesperadamente quedarse a flote de las olas…
Muchos de
sus compañeros seguro que no consiguieron sobrevivir.
Realmente un
barco es un espejismo de estabilidad en unas profundidades rabiosas y
misteriosas que son imposibles de prever o de controlar…
Y al final
la entrega.
Dejar de
luchar.
Por alguna
suerte improbable, y difícil de comprender, aquel cerrar de ojos lo había
llevado hasta aquella playa…
La
tranquilidad del mar luminoso y pacífico que veía ahora no tenía nada que ver
con el océano negro de la noche anterior. Eran dos cosas opuestas. No podían
ser la misma cosa…
Volvió a la
realidad.
El hombre de
la isla estaba sonriendo.
El náufrago
le pregunta cómo se llamaba su barco y hacia donde estaban dirigiéndose antes
del naufragio.
El hombre se
levanta y le contesta que no tenían rumbo. Su barco era un barco fantasma. Sus compañeros
eran las almas de los marineros muertos en el océano.
Todavía no
había entendido si al naufragar y al ahogarse seguía muerto o si había vuelto a
la vida quizás.
El hombre
empieza a desvanecer poco a poco, pero sigue hablando y le pregunta al náufrago
si acaso él también no viniese de un barco fantasma: había naufragado uno la
noche anterior, chocando contra las rocas de la isla…
Al decir
estas cosas desaparece
El náufrago
se queda con los ojos abiertos, sin palabras.
Se pregunta
si todo esto no es un sueño. Quizás ha tan sólo cerrado los ojos un segundo y
en realidad está todavía dentro de la tormenta, agarrado a su madera?
O quizás
aquel hombre-fantasma era sólo una visión, un delirio debido al trauma de la
noche anterior. El naufragio no lo habrá hecho enloquecer por completo?
Mira al mar
de nuevo. Se queda serio.
O quizás el
hombre tiene razón y él también es realmente un fantasma. Y ahora un fantasma
ahogado sigue muerto o vuelve a la vida?
El último
pensamiento fue: “y no seré yo también tan sólo el sueño de alguien más que me
sueña?”
Así que
decidió echarse en la arena y cerrar los ojos de nuevo.
La única
solución era entregarse al sueño.
Y a ver
dónde despertaría la próxima vez.
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