Wednesday, 20 May 2020

historia XVIII


Consideren al caso de este náufrago.
Una noche de tormenta, el navío sobre el cual estaba viajando hace mucho tiempo se estrella contra unas rocas escondidas debajo de la superficie del mar. El barco se destroza y se hunde.
Este pobre náufrago se encuentra rápidamente en las aguas negras y furiosas. Altas olas lo arrastran de un lado para otro y él casi que no consigue respirar. Se agarra con toda su desesperación a un pedazo de madera y se queda flotando en la terrorífica oscuridad.
El pánico y el agotamiento son tales que, después de haber perdido por completo el sentido del tiempo, cierra finalmente los ojos y se deja ir al cansancio.

Abre de nuevo sus ojos.
Está ahora en una playa tranquila. El sol está alto ya. Algunos pedazos de madera juegan con las ondas y la resaca en la orilla del agua.
Se levanta y se mira alrededor. Casi no puede creerse que todo lo que ha vivido sea realidad.
En silencio intenta poner orden en su cabeza y en su alma.

Al cabo de un rato aparece otra persona detrás de él.
El náufrago se asusta, por supuesto, pero el otro hombre lo tranquiliza y le explica que él también había sufrido un naufragio hace muchísimo tiempo. Se había salvado por milagro y ya no recordaba cuanto tiempo llevaba en aquella isla.

Los dos se quedan sentados en silencio mirando al mar.

El náufrago piensa en el pánico que había sentido, la desesperación. La seguridad que habría acabado muriéndose.
Cómo había intentado desesperadamente quedarse a flote de las olas…
Muchos de sus compañeros seguro que no consiguieron sobrevivir.
Realmente un barco es un espejismo de estabilidad en unas profundidades rabiosas y misteriosas que son imposibles de prever o de controlar…

Y al final la entrega.
Dejar de luchar.
Por alguna suerte improbable, y difícil de comprender, aquel cerrar de ojos lo había llevado hasta aquella playa…
La tranquilidad del mar luminoso y pacífico que veía ahora no tenía nada que ver con el océano negro de la noche anterior. Eran dos cosas opuestas. No podían ser la misma cosa…

Volvió a la realidad.
El hombre de la isla estaba sonriendo.
El náufrago le pregunta cómo se llamaba su barco y hacia donde estaban dirigiéndose antes del naufragio.
El hombre se levanta y le contesta que no tenían rumbo. Su barco era un barco fantasma. Sus compañeros eran las almas de los marineros muertos en el océano.
Todavía no había entendido si al naufragar y al ahogarse seguía muerto o si había vuelto a la vida quizás.

El hombre empieza a desvanecer poco a poco, pero sigue hablando y le pregunta al náufrago si acaso él también no viniese de un barco fantasma: había naufragado uno la noche anterior, chocando contra las rocas de la isla…
Al decir estas cosas desaparece

El náufrago se queda con los ojos abiertos, sin palabras.

Se pregunta si todo esto no es un sueño. Quizás ha tan sólo cerrado los ojos un segundo y en realidad está todavía dentro de la tormenta, agarrado a su madera?

O quizás aquel hombre-fantasma era sólo una visión, un delirio debido al trauma de la noche anterior. El naufragio no lo habrá hecho enloquecer por completo?

Mira al mar de nuevo. Se queda serio.
O quizás el hombre tiene razón y él también es realmente un fantasma. Y ahora un fantasma ahogado sigue muerto o vuelve a la vida?

El último pensamiento fue: “y no seré yo también tan sólo el sueño de alguien más que me sueña?”

Así que decidió echarse en la arena y cerrar los ojos de nuevo.
La única solución era entregarse al sueño.
Y a ver dónde despertaría la próxima vez.


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