Sunday 31 May 2020

historia XI


Y de nuevo el tesoro cayó en las manos de otros hombres…
Una y otra vez… de mano en mano, de espada en espada, de cofre en cofre, de cueva en cueva, de agujero en agujero…
Quién habrá sido el primero en tenerlo? Nadie ya lo sabe… esto se ha perdido en las nieblas de los tiempos. Sólo queda el tesoro, real, brillante, hipnótico. Parece casi olvidar todo el rastro de aventuras y violencias que lo condujo hasta allí.
Parece tan… hipócrita! Tan nuevo! Tan inocente! Tan bueno...

El hombre que esta vez lo tenía en sus manos estaba viendo tan sólo esa parte, la parte brillante y generosa, de este tesoro recién descubierto. Y estaba entusiasta!

Quizás cansado de ver tantas veces las mismas fugaces alegrías de los humanos, tan inconsistentes y efímeras, el tesoro decidió hablarle al hombre, esta vez.
“Hola explorador! Me has encontrado finalmente, ya veo que estás muy feliz de tenerme en tus manos. Y me lo creo! No sabes cuanta gente quería estar en tu lugar, ahora! Sin embargo te tengo que avisar que tu felicidad está ya en peligro! Piensa en eso: antes de encontrarme ibas ligero y tenías todo que ganar! Ahora en cambio vas cargado de peso y sólo tienes que perder…  No tendrás ya miedo de que algún pirata o algún ladrón te mate para quitarte ese brillante tesoro?”
El explorador se asustó al escuchar la voz del tesoro… no se lo podía creer! Un tesoro que le habla! Qué demonio es esto?
El hombre, después de unos instantes en los cuales intentó recuperarse del susto, le dijo al tesoro: “nunca se ha visto en el mundo un cofre lleno de oro que tenga voz y que hable como un humano! Tienes que ser un tesoro maldito! Alguien te echó una maldición! Quizás alguien que murió a causa tuya! Llevas contigo la mala suerte, escondida debajo de tu apariencia tan luminosa y atractiva! Maldito tesoro! Maldito tesoro!”
El tesoro no tenía ninguna intención de asustar al hombre, ni de obligarlo a dejarle allá en su lugar escondido. La verdad no le importaban nada esos cambios momentáneos. El tesoro sólo quería ahorrarle al hombre aquellas desilusiones que ya tantas veces había visto en las vidas de los humanos que luchaban para conquistarlo.
Así que simplemente añadió: “querido viajero. No soy maldito. No tengo maldición alguna. Soy lo que llegó por azar en tus manos y nada más. Puedes aprovecharme o no. Pero bien, si crees que tengo algo malo, eres libre de irte. Al fin y al cabo sólo soy un tesoro y nada más.”

El explorador se quedó mudo y inmóvil por mucho tiempo, dudando si marcharse sin el tesoro, después de tanto viaje y tanto riesgo o si tomarlo y quizás caer en la maldición que tanto temía…

El tesoro vio con curiosidad la indecisión del hombre y le dijo: “ya no sabes si arriesgarte o no?  Qué complicado es a veces recibir tanta abundancia, no te parece? Antes de encontrarme lo más precioso que tenías era tu vida. Pero ahora quizás empiezas a dudarlo, parece…”

El explorador se quedó en silencio. Así que el tesoro siguió hablando:
“Que sepas, humano, que yo sólo soy un pequeño tesoro. La vida es el tesoro más grande!
Y ahora te diré otra cosa sobre los tesoros!
Todos los tesoros, aunque procedan de muertes, asesinatos y violencias, no pueden ser malditos!
Si ves maldición en el tesoro, esa maldición simplemente te la echas tú a tu cabeza! Y dejas de aprovechar la abundancia que tienes para poder hacer algo bueno con ella.
De verdad crees que unas cuantas monedas de oro pueden ser “malas”?
No será que tal vez vienen con historias de dolor, simplemente? No será que estas monedas que ahora están en tus manos ya no quieren ser “malditas”? Este oro quiere ser usado para dar felicidad y alegría duradera a alguien, por una vez! No quieres ser tú ese alguien?
Es por eso que he decidido hablarte: en vez de rechazar toda esa prosperidad sólo por proceder del dolor, transforma este dolor en algo bueno!
Deshazla tú esta maldición. Deshazla con tu propia felicidad.
Dale un sentido a toda esta cadena de violencias y muertes que me trajeron hasta aquí! Haz que todo eso no sea algo inútil! Usa ese tesoro para que tu vida florezca y así todos los sufrimientos del pasado tendrán un fin: tu felicidad!”

El hombre se quedó boquiabierto… poco a poco se convenció. Se acercó. Tocó lentamente aquel oro. Y comenzó a poner en sus bolsos algunas monedas.

El tesoro dijo una última cosa: “lo que haces ahora es sabio, explorador! Pero que sepas que esta abundancia que finalmente aceptas viene con unos deberes para ti:
- Si no quieres ser cómplice de todos los ladrones que me recolectaron en el pasado, tienes la obligación interna de usar el tesoro para la felicidad y de donar parte de esa abundancia a los demás.
- Deberás, además, agradecer a los que te permitieron tener ese oro en tus manos, incluso a los asesinos más crueles. Si eres rico es gracias a ellos.
Eso quiere decir que tienes bastante trabajo: tienes que ser más alegre, más altruista y menos inocente.
Todo tesoro, en el fondo, tiene un precio.
Incluso la vida que es el tesoro más grande.”


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